El sueño del vino propio
Transcribo esta nota de Gabriela Malizia para Area del Vino sobre los Vinos de Autor, que me pareció interesante compartir con aquellos que no siguen los medios especializados.
De estos vinos tuve la oportunidad de probar El Enemigo un par de veces (Una en su lanzamiento en la Feria de Vinos de Lujo) y me encantó, tengo un par de botellitas guardadas esperando su momento. Los Manos Negras están esperando que termine mi dieta para ser descorchados y reseñados en el blog. El Montesco y Nube Negra, no los compré aun porque si las dimensiones de mi «cava» sigue aumentando, me echan de casa.
El sueño del vino propio
El concepto de enólogos con proyectos propios se multiplica en Argentina: el negocio germina entre nuevos emprendedores cuyos vinos se venden como pan caliente. En esta nota, historias de winemakers, cuyos nombres -como principal capital- brillan detrás de las marcas.
Gabriela Malizia
Matías Michelini trabajó 20 años como enólogo para distintas empresas. Cara de Sophenia, el tupungatino decidió un año atrás comenzar su proyecto propio, Passionate Wines, en sociedad con su esposa, Cecilia. Así surgió Montesco, 4.000 botellas de un corte particular, sin artificios enológicos, cuyo estilo recuerda al de algunos delicados assemblages bordeleses.
«Este vino me ha dado sorpresas muy lindas. A las 2 semanas de sacarlo a la venta, ya habíamos vendido la mitad de las botellas. Es un vino de nicho en un segmento que las bodegas hacen vinos increíbles ($80). En tanto, MalBon -un corte Malbec Bonarda que aún no sale al mercado- Passionate Wines tiene cuatro proyectos diferentes: Montesco -hoy blend, luego, Bonarda, Sauvignon, Ancellotta; MalBon, Malbec – Bonarda, para mostrar el potencial del vino argentino; Vinos Biodinámicos, con viña propia y por último, Vinos de Ensayo. «Son locuras que se me ocurren todos los años a las que le voy a dar destino de botella; quiero que la gente pueda descubrir distintas ensayos que hacen los enólogos dentro de la bodega», contó Michelini. valdrá 50 dólares la botella e irá creciendo. «No quiero que tenga límite», dice Michelini.
Para él, el tema financiero y de capital inicial, pasó mucho por los recursos que le brindaron sus amigos. «Tuve que hacer una inversión inicial pero todos me ayudaron muchísimo. Cuando les dije a los dueños de la finca Tupun, donde lo elaboro, que quería la uva, me ofrecieron tomar lo que quisiera y pagarlo con el tiempo y en cuotas. Con las botellas me pasó lo mismo, bodegas amigas me dieron botellas y me permitieron pagarlas cuando pueda; otro amigo me dio las barricas y me espera hasta el año que viene. De repente un montón de gente quiso ayudar y esto me posibilitó muchísimo hacer este proyecto», contó, orgulloso de su Tupungato, un pueblo solidario por naturaleza, donde todos se conocen y la ayuda, más la fianza en la palabra, son moneda corriente.

No es que el Chief Winemaker del grupo de bodegas que tiene Catena tenga un enemigo en particular. Aunque – cuenta entre risas- que bautizó así al vino después de la llegada de su hijo, Juan Cruz. «El hijo es el que te quita a la madre, así que de alguna forma, es «el enemigo». Como hijo siempre va a competir con vos y vos, secretamente, como padre querés que te gane».
La anécdota está ligada al proyecto que comenzó Vigil en 2007, en ese entonces uno mucho más modesto que el actual, pero donde este ingeniero agrónomo buscaba expresar lo propio. «En 2008 Catena me propuso asociarme con su hija menor Adriana. Si bien al principio el proyecto era de vinos de hasta U$S 20, el nuevo exigió hacer vinos entre U$S 20 y 100. Me gustó y me pareció interesante, por posicionamiento de marca y por las calidades de uva y tecnología que teníamos. Era mejor elaborar vinos de mayor gama».
En 2011, El Enemigo apareció públicamente; sin lanzamiento oficial, la bola comenzó a moverse a través de la red social Twitter, de la cual Vigil es habitué. La primera mención del vino fue en Buenos Aires, durante la feria Vinos de Lujo. «A principios de año lo exportamos a Estados Unidos y Brasil; en febrero lo lanzamos en Argentina bien fuerte y ahora está posicionado sobre todo en algunos restaurantes y vinotecas de Buenos Aires. En Mendoza aún no», cuenta.
La sociedad con Adriana Catena es 50 – 50, pero finalmente Vigil no tuvo que hacer una gran inversión ya que disponía de prácticamente todo lo que necesitaban. «Lo más importante cuando vas a trabajar con un sistema de estas características es que te resuelve el tema de la distribución. Estas decisiones se toman libremente; vemos estratégicamente en qué mercados nos conviene trabajar con la distribución de Catena; en otros trabajamos por afuera».
La diferencia está en la historia y en el concepto del vino. Adriana Catena es historiadora y a Vigil le encanta la historia. «Así trabajamos es en una idea diferente; tenemos la idea de que los vinos Súper Premium se llamen como nuestros padres; trabajar una vitivinicultura a largo plazo y con mucha historia de las familias».
De El Enemigo Malbec ($180) se elaboran 10.000 cajas y el vino ha obtenido ya múltiples reconocimientos por su calidad. Los fans esperan ahora la Bonarda -por encima de los 50 dólares- Luego saldrá al mercado un Syrah Viognier; más adelante Gran Enemigo, su Ultra Premium y por último, los top de la línea que se llamarán como los padres. Don Manuel es el nombre del papá de Alejandro. Con Nicolás será más difícil ya que hay varios vinos que se llaman así.
En cuanto al estilo, Vigil subraya que puede hacer lo que le gusta. «En toda la bodega hago lo que me gusta y en este caso, aún más». Sin embargo, es interesante poder aprovechar los consejos de Catena o bien, de la gente de comercio exterior para las decisiones importantes.
«Nube Negra» de Eduardo Vidal
Su historia en la vitivinicultura no es muy larga. Fue enólogo en Vinorum, y cuando entró como asesor Paul Hobbs, le ofreció ir a trabajar en su bodega de Sebastopol en Estados Unidos. Para entonces, Eduardo Vidal ya había iniciado su vinificación personal, de un vino que luego se llamaría Nube Negra. «Cuando volví a Argentina, retomé el proyecto que había dejado de lado por irme. Mi amigo Juan Pablo Michelini -cabeza enológica de Zorzal Wines- me convenció de retomar mi proyecto. En 2008 comencé con Nube Negra Wines, un Malbec 2008». Al mismo tiempo, Eduardo comenzó a trabajar como asesor enológico de una empresa que elabora y comercializa vinos en Buenos Aires.
«Para mí es un gran desafío tener mi vino, de a poquito me fui metiendo, comenzando a comprender el circuito comercial; en Mendoza es más difícil introducirlo, porque hay mucha competencia. Yo tengo que buscar mi propio canal de comercialización, en Córdoba y Santa Fe he ido a hablar directamente con vinotecas. Están las ganas de venderlo, cuando salga al mercado».
Sin acceso a créditos, Vidal hace todo a pulmón y con ayuda de los amigos. «No hay accesibilidad a financiamiento; yo quise pedir un crédito en el FTyC, pero son muchos los requisitos que hay que cumplir. En los bancos, las tasas de interés te comen el capital».
El vino obtuvo 87 puntos en una degustación de la muestra que hizo Fabricio Portelli de El conocedor. El valor es de $100 la botella.

«La idea principal es desarrollar la gran diversidad de latitudes y variedades de uva de Argentina. Esta diversidad se concreta en la expresión de cada varietal, en cada terroir, en una botella de vino y la posterior comunicación de la misma en el mercado, a través de la interacción directa con el trade y la prensa», dice Sejanovich.
¿Por qué el nombre? «Los enólogos verdaderos se ensucian las manos. Manos manchadas con vino. es la filosofía de Manos Negras: arremangarnos y ensuciarnos las manos. Así hacemos estos vinos artesanales», definieron los protagonistas.
Manos Negras comenzó en 2010 y la primera exportación se hizo en mayo de ese año. «Calculamos estar llegando a fin de abril con casi 10.000 cajas x 12 botellas vendidas, algo sumamente positivo, con perspectivas de crecimiento importantes, abriendo nuevos mercados, como Canadá, Brasil, Reino Unido, Dinamarca, Australia y Asia», comentó Sejanovich, a quien los años en Catena, según subraya, le dieron un gran capital. «Siempre estoy muy agradecido a todas las oportunidades que me ofreció y tomé de Catena. Pude hacer gran experiencia y también me gané la confianza y respeto de gente de los distintos sectores que participan en este negocio».
«Son vinificaciones intelectuales de micro terroirs en Altamira. Los nombres provienen del dialecto Ayentiac (uno de los dialectos Huarpe) quieren decir, ZaHa: corazón, el vino es el corazón de Altamira», explica Sejanovich. «Cada vez que llego a Altamira, siento un corazón que late, seguramente es el mío que se emociona con el paisaje y la calidad de las viñas de esta zona».
TeHo, por su parte, significa «sangre de la tierra».»La idea es expresar en este vino, la extracción que hace la viña sobre el suelo y clima de Altamira y lo expresa en sus uvas», comentó.
Gabriela Malizia
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